Acto poético / Cacería
- fredybuitragot
- 30 mar 2018
- 3 Min. de lectura
¿para qué crear? Es una pregunta que se abre y que al ser imposible de responder, genera un abismo entre el crear y su ontología. Crear para dar respuesta a la propia compulsión de crear. Crear como último remedio posible ya que no se le puede asignar una causa específica. El acto poético como pulsión es un acto ontológico. Es un intento por dar respuesta a la naturaleza de las cosas. Un fenómeno de la naturaleza, inexplicable a un hombre del paleolítico resulta en un dibujo de un jabalí con ocho patas. El movimiento es quizás lo que se intenta atrapar en este dibujo, o es tal vez, algo más simple. Como un intento por lograr la forma buscada, la curvatura que satisfaga la imagen de unas extremidades bien logradas para el ojo de quien dibuja.
No hay arte más elevado que otro, así como tampoco existe la ‘evolución’ del arte. Los procesos evolucionan. Se transforman los métodos con que se hace un grabado, por ejemplo o se tecnifica el proceso de elaboración de pigmentos para hacer una pintura al óleo. Sin embargo, el acto poético es algo tan primitivo como lo que sería para un hombre de la prehistoria señalar una presa, una fruta, una fuente de agua. El acto poético es un gesto y no propiamente uno que comunique, ya que es más la intención de ir al encuentro.
De un lado está la búsqueda de lo que no se tiene, de una ausencia; y del otro, la intención de materializarle, o de atraparle. El proceso que da vida a una obra de arte es como una cacería. La cacería no es ver la presa y tampoco es comerla: es el ritual que se desarrolla en tiempo y en espacio, y por medio del cual, el cazador persigue a su presa. Podemos incluso pensar en que la carrera de una leona tras de un búfalo es una danza. Es un proceso en el que la naturaleza necesita probarse a sí misma en tanto forma. El “diseño” de las extremidades de cada animal se pone a prueba como una obstinación infinita por alcanzar la perfección; en suma, ser el sobreviviente perfecto. Son las formas de los cuerpos que se adaptan a las leyes de la aerodinámica, o al a fuerza de gravedad. [Así, la realidad de esos organismos, un león, un búfalo, se suscriben a un medio, pero es además ese medio –la naturaleza– algo en cuyas leyes se gesta todo el tiempo la construcción de nuevas formas]
Ese tiempo y ese espacio en que se da la cacería es un estallido en donde se actualizan las capacidades de cada animal para sobrevivir. No es un simple juego. La leona está diseñada para ese momento, cada músculo, cada hueso, ojos, cerebro, son así porque esa es la forma que mejor le permite atrapar a su presa. Y es en esa explosión de adrenalina y velocidad donde se da el intercambio entre una necesidad por algo y el obtenerlo. Tengo hambre, ergo como. El acto creativo puede ser como tomar una manzana o como la persecución de una leona a un búfalo. El acto creativo no es desgarrar la presa, ni morder la manzana. El acto creativo vive en el intento. La leona puede hincar los dientes en la garganta de su presa, o puede perderla para siempre. Pero eso no le resta significado al ritual en tanto medio para llegar a un fin.
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