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Inter aulas academiae quaere verum

  • fredybuitragot
  • 12 jun 2018
  • 2 Min. de lectura

Este trabajo adquiere la forma de un ensayo que se plantea respuestas a priori, contenidas únicamente en la razón, y esta, determinada a su vez por lo percibido. Podría ser, incluso, que aquello propiamente inteligible no sea otra cosa que un reflejo de lo sensible. Y todo el pensamiento se engaña como la percepción, y lo determinado pasa a ser una fábula científica.

Sin embargo, tampoco pretendo invitar al escepticismo, porque presupondría un laberinto cuyo espacio y tiempo se crean en la medida que se recorre. Pues mi teoría es menos pretenciosa, tal vez, o en medio de su pretensión, se asusta y es incapaz de argüir a favor suyo; entonces deja de ser una presunción, para ser una pregunta sobre la pregunta misma: ¿porqué plantearse hipótesis? ¿porqué atribuir verdades a fuerzas desconocidas? en fin, ¿porqué preguntarse?. Toda una leyenda puede comenzar donde la hipótesis es suplantada por una certeza; y donde perturba la incertidumbre en medio de la impotencia de la razón, puedo dormir tranquilo, entonces, cuando una respuesta surge de conformidad a la desesperación.

La conciencia da el conocimiento, a medida que la reflexión se convierte en disertación obligadamente contenida; y así como el motor de mi proyecto quiere ser una conciencia de las causas últimas, y no del efecto –aunque lo habite–, se arma de estos planteamientos insignificantes para encontrar en medio de su relatividad una pequeña luz de conocimiento.

Con todo esto, podría pensarse que estoy planteando una tesis, pero equivaldría a decir que tengo en mi poder un conocimiento que otros no. Sin embargo dicha “tesis” se compone de ideas sacadas de diferentes lugares: Unas son copiadas, otras son producto de la reutilización, otras una mezcla de conceptos y otras provienen de mi invención.

Todo lo que queda es la pregunta sobre ese conocimiento de la causa, resumido en el lema del escudo de esta universidad: “Busca la verdad en las aulas de la academia”. Entonces cuál es esa verdad, que nunca vi en ningún aula, que busqué sin tener la menor pista de un camino para hallarla. Se trata de empezar por reconocer, que aunque mis pensamientos hablan de una aceptación hacia la fatal incertidumbre, no quedo exento de que ese argumento es también una certeza, y como tal, propensa a la duda. De modo que mi propósito es tratar de seguir los pasos invisibles que me deja la verdad en cada rincón, y en medio de ello, reconocer la imposibilidad para alcanzarla mientras continúe acercándome cada vez más, sin jamás tocarle.

Bogotá, julio de 2011.


 
 
 

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